El Reino de la Demenzia..!*

•†• Somos dos caras de una misma Luna•†•
•†•Revolucionemos la mente para revolucionar la sociedad.•†•

2008-11-19

::*::Toreador a sus Chiquillos::*::

TOREADOR Es un Clan Vampiríco carazterisado por ser el Clan que más se relaciona con los humanos, pero lo que más aman por sobre todas las cosas es el ARTE desgraciadamente la mayoría de los que son convertidos pierden sus encantos y dotes artísticos.

Los Sire recitan un pequéño poema a sus neófitos o neonatos como gusten llamarlos cuando se han hecho hermosos Toreador. Así que en honor a esas 16 personas que conformabamos el grupo Toreador en esos tiempos llenos de arte en mi vida....Aquí le dejó el poema.





En la paz conoceréis la belleza,
En la belleza conoceréis la verdad,
En la verdad conoceréis el amor,
En el amor conoceréis la paz.
Mis chiquillos, mis creaciones,
Mis hermosas posesiones,
Observad y escuchad,
Escuchad y observad.
Usad vuestra visión
Para ver la verdad
En la belleza,
Usad vuestra velocidad
Para permanecer inmóviles,
Usad vuestra belleza
Para conocer la verdad.
Mis chiquillos, mis creaciones,
Todos gentiles rosas,
He reclamado vuestras esculturas,
He reclamado vuestros cuadros,
He reclamado vuestras canciones,
He reclamado vuestras danzas.
Hermosos chiquillos,
Hermosas creaciones,
Ni el oro es tan precioso,
Ni la miel tan dulce,
Ni la leche tan pura.

Como el tigre, mordéis;
Como el halcón, picáis ;
Como el gato, acecháis.

¡Hermosos predadores!
¡Dulces súcubos!
¡Queridos íncubos!
¡Probad sangre de vírgenes
Y encontrad el éxtasis!
Encontrad vuestra mayor Alegría,
Seguid vuestra mayor Alegría,
Y sabed que estaré,
Mirándoos, embelesada,
Mis chiquillos, mis creaciones,
Mis hermosos seres.
BesitoSs!! -3- MuacKSs!!*
::*::De Mis Dulces Labios A Los Suyos::*::
•†•Blutige Küsse Von Lieblosem•†•

2008-11-09

::*:: Con las piernas colgando de un balcón::*::


Giró su cabeza y mira hacía abajo por encima de su hombro pudo ver a las personas caminando por la calle, tan pequeñas y moviéndose con tanta prisa, que parecían hormigas en su hormiguero.

Sonríe y balancea sus piernas.

“Yunuen ha salido”

Todas esas personas que pasan por debajo de él no se dan cuenta de que está sentado en el balcón. No, no lo notan por la sencilla razón de que sus piernas están colgando por la parte de adentro. Si él mirará a esas personas con sus piernas colgando al vacío, muchos notarían ese detalle y se alarmarían, temiendo que saltara.

“Yunuen no está… Yunuen ha salido… ¿me habrá abandonado?”

Era muy estúpido que un detalle tan insignificante como por que lado del balcón colgaban sus piernas podían hacer que la gente pensara cosas totalmente diferentes. De un niño sentado en la baranda su balcón, tomando el aire de una forma un tanto imprudente, a un chico con intenciones suicidas. Y en realidad era una idea tan tonta. Porque si él quería tirarse por el balcón, solo tenía que tomar un poco de impulso y dejarse caer.

No importaba de qué lado se balancearan sus piernas.

“Ni siquiera se molesta en ocultarlo. Lo hace aposta porqué quiere hacerme sentir mal. Que solo soy un amante más; un crédulo enamorado que no tiene ningún derecho sobre él y que no debe esperar nada… Que soy un hombre y como tal a veces se cansa de mi cuerpo plano y busca algo con curvas…”

Empezó a mecerse muy suavemente sobre la barandilla, con esa sonrisa leve, una expresión de diversión congelada en su cara. Las piernas se elevaban cada vez más alto, centímetro a centímetro. El equilibrio se volvía precario. Volvía a mirar al frente, observando el interior del departamento desde los distintos ángulos que el balanceó le obsequiaba a su vista.
“Él no solo tiene sexo con mujeres porqué sí. Es su forma de decirme ‘Eres solo uno más. Solo te quiero en mi vida boca abajo y con el trasero en alto’ Quiere hacerme sentir inferior… Y que no me atreva a reclamarle ni a pedirle nada más que lo poco que me da. Porqué en el fondo, tiene muchísimo miedo de darme más”

La gente seguía pasando, ignorantes de pequeño juego del niño varios pisos por encima. Nadie, nadie pensaría que fuera a tirarse. Porque las piernas colgaban por dentro del balcón.

“Yunuen cobarde…Yunuen bastardo… Me está poniendo a prueba. Lo que más quiere es que, harto de tanto maltrato, me fuera y lo dejara. Entonces podría restregarme mis palabras de amor eterno; mis promesas de estar siempre con él y que nunca lo dejaría. Me diría con su voz fría y llena de amargura ‘Tú también mentías al decir que me amabas’ y así seguiría revolcándose en su propio dolor, encerrado con fantasmas y negándose a vivir. Por miedo.”

Miró al cielo azul y despejado. El ruido de la ciudad era cotidiano. Nada estaba fuera de lugar…
¿Y si se tiraba? Sería tan fácil… Solo tomar un poco más de impulso, levantar sus piernas mucho más alto y dejarse caer hacia atrás… Sonrió aun más ampliamente. Pero seguía siendo una sonrisa congelada.

Seguro que con eso las cosas cambiarían un poco; alteraría el maldito orden establecido y rutinario…

Su cuerpo contra el asfalto… Destrozado… Llenándolo todo de sangre… Y sonriendo.

“Pero soy más cabezota que tú, Yunuen. Y aguantó mucho más que tú también. Y no me iré, no te dejaré. Porque soy sincero… porque nunca he mentido sobre mis sentimientos… Y no voy a permitir que sean tachados de falsos”
Seguía meciéndose. En esos momentos él no era él. Su cabeza se desconectaba de todo pensamiento positivo, recuerdo agradable o idea de ánimo. Se sumergía en ideas extrañas, tristes, macabras y retorcidas. Acumulaba todo su dolor por el hecho de la infidelidad del pelinegro y lo mal que lo trataba, lo comprimía para después guardarlo en el más alejado rincón de su mente. Así era como conseguía soportar todos esos intentos de herirle y de alejarle de su amante.

“Pero… Estoy tan cansado…”

Y seguía balanceándose. Sus manos se aferraron al duro metal de la baranda en una especie de caricia ruda, para recordar su tacto…

¿Lo haría? Es que era tan condenadamente fácil. Simplemente… dejarse caer… ¿Seguirían pensando los que ahí abajo que nada pasaba? ¿Cuando vieran su cuerpo creerían que había sido un accidente, no algo intencional…?

Solo tenía que empujarse un poquito más hacía atrás y resbalaría… Y rompería con la asquerosa rutina de ese maldito día de cielo despejado, personas trabajadoras y amante infiel…
¿Cuánto quedaría hasta perder el equilibrio?
Volvió a moverse un poquito más fuerte… Seguía sonriendo mirando el cielo…

-¡SERGIO!

El gritó fue como un detonante para que despertara y su autentico ser emergiera de nuevo a él, haciendo que quedara sentado en la barandilla muy recto. Yunuen lo miraba con horror, con la cara pálida como el papel. El chico se bajó de un pequeño salto, con una cálida sonrisa en su cara y avanzando dando saltitos para recibirlo.

-¡Yunuen, no te oí llegar!

Pero antes de llegar hacía el éste se le adelantó eliminando la distancia con dos grandes zancadas para abrazarlo muy fuerte, intentando garantizar que sentía que todo Sergio estaba con él.

-¡Dios, Sergio! Tú… Tú… ¡¿Estás loco?!- Tartamudeaba y temblaba sin control.
Había visto la expresión de su cara sentado en ese balcón, moviéndose peligrosamente. Era una expresión vacía, insana… Una expresión suicida.

Jamás pensó ver algo así en Sergio. El siempre sonriente, feliz y amante a la vida.

No se había sentido tan aterrado en años.

-¿Qué pasa Yunuen? Solo estaba tomando el aire en el balcón- Comentó totalmente inocente.
Lo miró a los ojos, incrédulo. En sus brazos volvía tener al Sergio que conocía, pero había una sombra en sus ojos que no se había ido. Era una sombra que parecía no pertenecer a su conciencia.

-Tú… ¡Dios! Tú estabas… estabas…
-¿Por qué estás tan asustado?- La sombra cubrió por un instante todo el rostro de Sergio y la sonrisa vacía, retorcida y congelada usurpó la cálida y amorosa.
–Ni que me fuera a tirar por el balcón.

El comentario destilaba ironía por todos lados. Ironía fría y cruel. Yunuen se quedó sin respiración.

-Voy a preparar café.- Ofreció volviendo a su expresión normal, separándose de el para dirigirse a la cocina.

Yunuen lo observó irse, como quien observa algo terrorífico. A duras penas logró alcanzar el sofá y sentarse. Le costaba respirar.

Sergio no había preguntado donde había estado. Nunca preguntaba cuando sabía que había estado con otra. Cuando él se aseguraba para no tener que taparlo y que se diera cuenta.
Y entendió que eso lo había provocado él. Con su maldita idea de hacer sufrir al pequeño hasta alejarlo y demostrar como, en realidad, nadie puede amarlo.

Y quizás lo estaba consiguiendo, pero no de la forma que él pensaba. A lo mejor Sergio se alejaba… de forma irreversible y sombría.

-¿Qué he hecho?- Murmuró llevándose las manos a la cara.
–Maldita sea, que he hecho.

En la cocina, con una macabra, fría, irónica, retorcida y cruel sombra en su inconsciente, Sergio preparaba café.